Sencillamente una forma de entender, expresar y ver el teatro. Y las cosas que nos rodean. Aquellas que nos hacen reír, llorar, relajarnos, jugar, reflexionar… y tantas otras.
Me gusta pensar que es como una buena meditación. Un teatro personal, pausado y consciente. Tranquilo en las formas, pero agitador en el fondo, con un algo que intenta remover y rascar la superficie (precisamente) de las cosas para llegar a lo más profundo.
Es un teatro que quiere invitar a la reflexión a través de la propia experiencia y de la relación que cada persona establece con los objetos, los sonidos y las luces.
Lo atravieso con la lírica de las cosas cotidianas y extraordinarias.
Lo construyo a partir de objetos reales, inventados o imaginarios. Lo mimo con una luz tenue y cálida que invita a recogerse, escuchar y, sobre todo, a sentir.
Lo ofrezco en propuestas breves, de pequeño formato y con público reducido.
Cualquier lugar es posible porque para disfrutarlo solo hace falta imaginación, oscuridad y silencio.